martes, 6 de diciembre de 2011

Capitulo 2



-Evelinne, despierta ,cariño. Hemos llegado.
Traté de desperezarme. Y de pronto me acordé de que estábamos en el avión. Pegué un salto en mi asiento, levanté la persiana que cubría la ventana rápidamente y me asomé. Estábamos aterrizando. Antes de llegar pensé que estaría muy desilusionada al llegar a allí. Pero aquel lugar, bañado por la nieve del un color blanco puro, las montañas a lo lejos con su cima blanca y los árboles de un color jade con sus copas cubiertas por la nieve haciendo un contraste entre los dos colores, me hicieron pensar que no iba a estar del todo mal vivir allí... Tal vez incluso estaría feliz.
Bajamos del avión y, aunque llevábamos puestas las ropas de invierno, al salir nos congelamos. Entramos por el gran pasillo de paredes transparentes hasta llegar a la compuerta que daba al enorme aeropuerto. Volvimos a helarnos al salir, aunque esta vez más porque en el aeropuerto había calefacción. Llamamos a un taxi y en un par de minutos estuvimos en la autovía. Nos seguía el camión de la mudanza, donde estaba sentado mi padre en el asiento del copiloto. Cuando salimos de la autovía, atravesamos la ciudad de Whitehorse. Era encantador aquel paisaje, las casas eran pequeñas y tenían el tejado cubierto por varias capas de nieve. Las entradas de las casas estaban cubiertas por nieve salvo por un pequeño camino que los propietarios de las viviendas habían quitado seguramente con palas.
Atravesamos durante media hora aquella ciudad. En ese momento en vez de ser casas seguidas y pegadas empezaron a aparecer chalés. Entonces el taxi se paró y aparcó en la la acera. En frente había una casa de dos plantas con las paredes blancas, el tejado cubierto de nieve, como era de esperar, aunque se dejaba entrever que era negro. Tenía una pequeña escalera central con unas barandas, también de color blanco, que daba a un porche con el suelo de madera. En un lateral de la casa había una pequeña torre, que estaba conectada a la segunda planta.
Salimos de el coche, y el camión de la mudanza se paró detrás de el taxi. Este se fue, y mi padre salió del camión:
-¿Qué os parece? ¿Os gusta la casa?- dijo con una sonrisa de satisfacción en el rostro.
-¡Sí!- dijo Molly- su pequeña carita llena de pecas se ensanchó en una enorme sonrisa por la que dejó ver su boca mellada. Sus grandes ojos verdes relucían de alegría y su pelo castaño claro se alborotaba por el viento.-¡Me encanta!

Primero entramos todos juntos a la casa y, Molly y yo, subimos rápidamente las escaleras mientras mis padres subían detrás de nosotras. Mi hermana se quedó en la segunda planta y entró en una habitación. Yo caminé hacia una puerta que estaba al final del pasillo. La abrí y me encontré con una escalera que estaba pegada a la pared y subía haciendo una espiral. Emocionada, subí las escaleras corriendo y me encontré con una puerta. La abrí y apareció ante mis ojos una habitación circular con una ventana que llegaba desde del suelo hasta el techo. Se abría como una puerta y daba a una terraza circular que le daba la vuelta a toda la habitación. Bajé corriendo las escaleras en busca de mis padres:

-Papá, Mamá -Los encontré mirando una habitación- La mía va a ser la habitación de la torre, por favor.
Los dos asintieron, con una sonrisa dulce en sus rostros, felices de que me gustara la nueva casa.
Los dos hombres que esperaban en el camión empezaron a subir los muebles.

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