martes, 6 de diciembre de 2011

Capitulo 3



Ya llevábamos una semana instalados y el día a día en el instituto iban realmente bien... O eso les dije a mis padres.
-¡Me voy!-chillé desde la puerta de la entrada.- Tardaré un poco en volver.
Salí de la casa y me fui en dirección al colegio con un mapa en la mano... Parecía una tonta, pero yo hacía como si nadie me viera. Ese día fue dos días después de llegar a aquella ciudad que ni siquiera sabía que existía. Hacía un frío de perros y yo muy bien sabía que nunca me iba a acostumbrar. Así que ahí iba yo, mi primer día de clase en Whitehorse, con una camiseta de manga larga, encima otra de manga corta, una chaqueta que me quedaba enorme, un anorak, unos baqueros, unas zapatillas de deporte y un gorro de invierno sobre mi cabeza.
Iba perfectamente hasta que miré el reloj, eran las 7:45 y no sabía ni donde estaba el instituto. Así que empecé a correr y justo cuando doble la esquina, algo se chocó conmigo. Estaba a punto de caerme al suelo y para intentar no estamparme en la acera, agarré lo primero que pillé. Resultó ser la chaqueta de un chico, al que arrastré conmigo hacia abajo.
-¡Ay!-grité cuando me caí- Lo siento de ve...-Me quedé sin aliento al ver el encantador rostro de aquel chico.-... de veras...
-Bueno,no pasa nada- ¿Cómo te llamas?
-Me llamo Evelinne. ¿y tu?
-Cedric,encantado de conocerte.- dijo con una ancha sonrisa dejando ver sus perfectos dientes blancos. Sus ojos de color azul turquesa, con unos toques blancos alrededor de la pupila, se mostraban muy alegres, tanto como su sonrisa.
-¿A dónde ibas con tanta prisa?
De pronto me acordé del colegio y volví a la realidad...
-Eh...Sí, al instituto Clepper, ¿sabes dónde esta?
-Claro, ahora mismo iba hacia allá cuando una chica se ha chocado conmigo- dijo divertido con una sonrisa torcida.
Le respondí con otra sonrisa.
-Mmm... ¿Me podrías enseñar el camino?
-Si quieres te llevo- dijo señalando una moto negra aparcada entre dos coches.
-Muchas gracias, de verdad
Él se adelantó, arrancó la moto, la sacó de su aparcamiento y se sentó a esperarme. Entonces, me dirigí hacia a él y vi que llevaba el casco en las manos.
-¿No te lo pones?-dije, señalando el casco.
-No...Te lo iba a dar a ti, para que tu te lo pusieras- dijo esbozando una sonrisa.
Me tendió el casco, le sonreí y me lo puse. Después me subí detrás de él y aceleró como si le fuese la vida en ello. Y yo como acto reflejo me aferré a su cintura con fuerza y apreté los ojos. No me atreví a abrirlos hasta que nos fuimos parando lentamente y cuando estuvimos parados del todo los abrí. Él ya había aparcado y estaba esperando a que le soltara. Cuando me di cuenta me puse roja como un tomate, fui despegando los dedos de su piel y lentamente le solté la cintura. Me bajé de la moto todavía ruborizada y con los ojos clavados en el suelo. Sentí su mirada en mí y me atreví muy despacio a mirarle la cara.
-Gracias...-Él me miró y se rió al verme colorada, soltó una carcajada que , perfectamente podría identificarse con el cantos de lo pájaros, pues era melodiosa...
-Te veré luego- me dijo con una sonrisa.
Me fui con paso rápido hacia el edificio de secretaría, que era una pequeña casa rectangular con un tejado recto. Era blanca y muy sosa. Aunque eso ya no me importó cuando entré en la oficina, porque tenía calefacción. La habitación tenía un par de asientos muy viejos y dos cuadros pequeños, uno del colegio visto desde arriba y otro de un barco atracado en un puerto. Al fondo de la habitación había un mostrador con una pequeña maceta, y dentro,una planta sin flores. Tras el mostrador se encontraba una mujer sentada en una silla que estaba mirando una revista y tomándose un café. La mujer se sobresaltó al escuchar mi voz.
-¿Hola? Perdone, soy una alumna nueva.
-Eh...Sí,claro. Dime tu nombre.
-Evelinne Carter
-Espera, que lo mire -me dijo mientras escribía mi nombre en el ordenador-Aquí estás. Te voy a dar un mapa del colegio,tu horario y tus libros ya te los darán los profesores. Excepto los cuadernillos que tendrías que haber comprado.
-Sí,claro. Los tengo aquí- dije señalando la mochila.
-Aquí tienes -bostezó la mujer- Buena suerte.
-Gracias -cogí los papeles y salí.
Al lado de este pequeño edificio se encontraba el instituto. Que era de ladrillos,tenía tres pisos y alrededor crecía vegetación abundante.
Entré a la vez que todos los estudiantes. Y subí hacia el segundo piso. Según mi horario tenía clase de historia con la señora Turner. Entré en la clase y todo el mundo estaba charlando en sus mesas o apoyados en los alfeizares de las ventanas. Pero la profesora estaba reorganizando sus cosas en el escritorio.
-Perdone, soy Evelinne Carter. La alumna nueva.
-Oh,sí. Hola -me dijo con una sonrisa mirándome por encima de las gafas que llevaba puestas-Toma, tus cosas. Ve y siéntate en cualquier mesa...Espera. Sentaos y abrid los libros -elevó la voz dirigiéndose a los demás alumnos-Esta es Evelinne Carter,una nueva alumna.
Todo el mundo me miró, yo sonreí y me senté en la única mesa que quedaba libre, en la penúltima fila. La profesora comenzó a dar la clase y ya nadie me estaba observando. Menos la chica que se sentaba a mi lado y el chico que tenía detrás. Las mesas eran de dos personas. La chica me sonrió muy alegremente y yo se la devolví sin esfuerzo alguno, se veía que era simpática. Al terminar la clase, mi compañera de al lado, se presentó.
-Hola, me llamo Cindy Parker.
-Hola- le respondí con una sonrisa
-Hola, soy Dylan Stanley. - De pronto, sentí una mano en mi hombro y me di la vuelta, era el chico que se sentaba detrás.
Era un chico guapo y alto. Sus ojos verdes relucían de emoción al conocerme. Su ancha sonrisa era muy dulce. Le respondí con otra sincera. No dejaba de tocarse el pelo por los nervios, aunque no entendía como estaba tan interesado por mí. Unos chicos le llamaron desde la puerta de la clase y se marchó diciendo:
-Espero verte pronto.
Las dos miramos como se iba, sorprendidas, porque él no dejaba de mirar hacia atrás. Al fin, cuando Dylan salió por la puerta tras tropezarse con un par de mesas y unos cuantos alumnos, Cindy volvió a hablar.
-¡Qué raro!-se rió ella- Me parece que le has gustado.
-¿Y eso? No tiene por qué...-dije incómoda.
-Ja,ja,ja,ja,ja... Claro que sí -Me respondió alegremente- ¿Qué clase tienes ahora?
-Mm...-miré el horario-Ahora...Me toca lengua.
-Genial, también es mi próxima clase.
Me cayó muy bien Cindy y nos fuimos las dos hacia la clase de lengua. Cuando terminó la clase, nos dirigimos juntas a la clase de gimnasia, que a ella también le tocaba. Como era mi primer día, solo me tuve que sentar a mirar como jugaban al baloncesto, pero al día siguiente ya tendría que empezar a hacer deporte. Después de cambiarnos de ropa, fuimos al comedor, pedimos las bandejas con comida, pagamos y nos sentamos en una mesa. Allí estaba sentado Dylan, que al verme se levantó de su sitio,yo me senté en uno que quedaba libre y él corriendo se sentó al lado mía, quitándole la silla a Cindy, que tuvo que sentarse a mi otro lado.
-¡Aquí estás!-dijo muy feliz- Te dije que te iba a ver.
-Sí...Hola- mustié bajito.
-Deja de atosigarla,Dylan- dijo Cindy por el otro lado, pues aquel chico estaba muy cerca de mi rostro para mi gusto y a mí se me veía la mueca de desagrado...Pero él no parecía enterarse.
-Oh...Lo siento. ¿Solo te vas a comer eso?- preguntó al ver mi pequeño trozo de empanada y mi vaso de agua.
-Sí, no tengo mucha hambre.
Dylan empezó a contarme su vida que a mí no me interesaba mucho, y Cindy al darse cuenta, de vez en cuando intentaba intervenir para ayudarme, pero él la excluía. Estaba apunto de decirle a Dylan que me dejara en paz, cuando en frente mía apareció Cedric. Estaba andando con unos amigos cuando me vio y les dijo que se adelantaran,que el ya iba. Dylan seguía parloteando y ya me dio igual no parecer interesada. Cedric avanzó hasta la silla que había en frente de la mía y apoyó las manos en el respaldo de la silla vacía. No le dio tiempo a decir nada cuando se fijó en Dylan, al que le dirigió una mirada enfadada. Éste se dio cuenta y le miró con rabia. La campana sonó y todos los alumnos se fueron levantando. Cedric dejó de mirarle y me dedicó una sonrisa. Dio la vuelta a la mesa mientras yo me levantaba. Antes de que llegara, le murmuré a Cindy:
-Hasta ahora...-Cindy estaba muy sorprendida y miraba con los ojos como platos a Dylan, que estaba con los puños cerrados, el ceño fruncido y no paraba de maldecir.
Cedric me estaba esperando en el marco de una de las puertas transparentes que daba hacia los pasillos.
-¿Quién es ese?- Me preguntó con expresión divertida. Pero en sus ojos se podía ver la rabia y los celos que sentía al mirar en la dirección la mesa de mis amigos.
-Dylan... Es muy pesado...-me lamenté sobreactuando.
Él me dirigió una sonrisa torcida, como la de aquella mañana.
-Pero, ¿te estaba molestando?- dijo con preocupación.
-Bueno, si... Pero ya me da igual...- dije poniéndome colorada.
-¿Qué clase tienes ahora?- me preguntó interesado
-Tengo tecnología-mustié pensando en el horario para no parecer una tonta.
-A bueno, te acompaño. La mía es la clase de al lado.
Los dos sonreímos. Me hubiera gustado estar más tiempo con él, pero ya habíamos llegado.
-Adiós -le dije alegremente.
-Nos vemos – y me guiñó un ojo.
La clase de tecnología fue realmente aburrida. Por más que lo intenté, no pude concentrarme en lo que explicaba el profesor. Mi mente estaba pensado solo y exclusivamente en Cedric. Tenía ganas de que se acabase la clase para verlo. Aunque así solo conseguí que la clase se me hiciera más larga.
Una vocecilla en mi cabeza me decía que me concentrara porque iba a suspender. Esa lección yo ya la había dado en mi antiguo instituto, y debería parecerme más fácil, y debería entenderla mejor. Pero la verdad era que me sonaba a chino...
Después de largo rato sentada en aquella incómoda silla sonó el timbre. Por fin podría salir de aquella estúpida aula e ir en busca de Cedric. Recogí mis cosas rápidamente y corrí hacia la puerta, pero tenía un obstáculo... Dylan se encontraba en la puerta del aula esperándome. Y ,de nuevo, empezó con otro discurso sobre su aburrida vida cuando de repente vi algo que me dejó sin aliento. Cedric tenía las manos apoyadas en las taquillas y entre él y estas se encontraba una chica perfecta. Su piel blanca como la leche resaltaba sus grandes ojos castaños y el pelo rubio le caía en cascada por los hombros. Cedric me vio pero ni se inmutó, volvió la mirada a la muchacha y siguió sonriendo , pues no paraba. Me quise morir ,él tenía una cara de suficiencia increíble y a ella se veía que le encantaba... De pronto me acordé de Dylan, que me preguntaba que me pasaba, que por qué me había parado. Y sentí entonces cómo una gota salada recorría mi rostro, dejando su ácido rastro por ella. ¿Cómo podía haber hecho eso?¿Cómo podía haber mentido? No podía creer lo que veía...
Las siguientes horas de clase transcurrieron lentamente. No podía dejar de pensar en lo que había ocurrido. Había sido muy cruel, en haberme hecho creer lo contrario.

Capitulo 2



-Evelinne, despierta ,cariño. Hemos llegado.
Traté de desperezarme. Y de pronto me acordé de que estábamos en el avión. Pegué un salto en mi asiento, levanté la persiana que cubría la ventana rápidamente y me asomé. Estábamos aterrizando. Antes de llegar pensé que estaría muy desilusionada al llegar a allí. Pero aquel lugar, bañado por la nieve del un color blanco puro, las montañas a lo lejos con su cima blanca y los árboles de un color jade con sus copas cubiertas por la nieve haciendo un contraste entre los dos colores, me hicieron pensar que no iba a estar del todo mal vivir allí... Tal vez incluso estaría feliz.
Bajamos del avión y, aunque llevábamos puestas las ropas de invierno, al salir nos congelamos. Entramos por el gran pasillo de paredes transparentes hasta llegar a la compuerta que daba al enorme aeropuerto. Volvimos a helarnos al salir, aunque esta vez más porque en el aeropuerto había calefacción. Llamamos a un taxi y en un par de minutos estuvimos en la autovía. Nos seguía el camión de la mudanza, donde estaba sentado mi padre en el asiento del copiloto. Cuando salimos de la autovía, atravesamos la ciudad de Whitehorse. Era encantador aquel paisaje, las casas eran pequeñas y tenían el tejado cubierto por varias capas de nieve. Las entradas de las casas estaban cubiertas por nieve salvo por un pequeño camino que los propietarios de las viviendas habían quitado seguramente con palas.
Atravesamos durante media hora aquella ciudad. En ese momento en vez de ser casas seguidas y pegadas empezaron a aparecer chalés. Entonces el taxi se paró y aparcó en la la acera. En frente había una casa de dos plantas con las paredes blancas, el tejado cubierto de nieve, como era de esperar, aunque se dejaba entrever que era negro. Tenía una pequeña escalera central con unas barandas, también de color blanco, que daba a un porche con el suelo de madera. En un lateral de la casa había una pequeña torre, que estaba conectada a la segunda planta.
Salimos de el coche, y el camión de la mudanza se paró detrás de el taxi. Este se fue, y mi padre salió del camión:
-¿Qué os parece? ¿Os gusta la casa?- dijo con una sonrisa de satisfacción en el rostro.
-¡Sí!- dijo Molly- su pequeña carita llena de pecas se ensanchó en una enorme sonrisa por la que dejó ver su boca mellada. Sus grandes ojos verdes relucían de alegría y su pelo castaño claro se alborotaba por el viento.-¡Me encanta!

Primero entramos todos juntos a la casa y, Molly y yo, subimos rápidamente las escaleras mientras mis padres subían detrás de nosotras. Mi hermana se quedó en la segunda planta y entró en una habitación. Yo caminé hacia una puerta que estaba al final del pasillo. La abrí y me encontré con una escalera que estaba pegada a la pared y subía haciendo una espiral. Emocionada, subí las escaleras corriendo y me encontré con una puerta. La abrí y apareció ante mis ojos una habitación circular con una ventana que llegaba desde del suelo hasta el techo. Se abría como una puerta y daba a una terraza circular que le daba la vuelta a toda la habitación. Bajé corriendo las escaleras en busca de mis padres:

-Papá, Mamá -Los encontré mirando una habitación- La mía va a ser la habitación de la torre, por favor.
Los dos asintieron, con una sonrisa dulce en sus rostros, felices de que me gustara la nueva casa.
Los dos hombres que esperaban en el camión empezaron a subir los muebles.

Capitulo 1


Yo me encontraba en la soleada ciudad de California. Vivía en una casa a orillas de una pequeña bahía, que pertenecía a una hilera de casas que ocupaban la diminuta costa. Tenía unas notas espantosas en el instituto, aunque me esforzaba por conseguir ,al menos, aprobados que pendían de un hilo y temían caer en el profundo agujero de los suspensos.
Estaba a doblando la esquina de la calle trasera a mi casa tras un día agotador: nos habían puesto cuatro exámenes seguidos-dos de ellos sorpresa- y , como era de esperar, los que no tenía previstos me salieron de pena. La mayoría de las respuestas quedaron en blanco. No se me ocurría la forma de explicarles a mis padres que, después de haber prometido por trigésima vez que no volvería a suspender, había vuelto a catear seguro. Aunque más adelante no tendría que preocuparme más por ese detalle y tendría una segunda oportunidad. El caso era que tenía una vida perfecta (salvo por ese ''pequeño detalle'' de los estudios), en una ciudad perfecta, en un ambiente perfecto y con unos amigos perfectos. Andaba cavilando mientras bajaba los escalones hechos con troncos en una escalera de madera que daba la pequeña verja de hierro, con el color negro un poco desgastado por el tiempo,por la que subía una planta enredadera con flores de un color rosa desvaído, y que daba a las grandiosas vistas de mi jardín particular. Bueno, de mi familia y nuestros cuatro vecinos. La verja estaba siempre abierta por lo que en mis dieciséis años no me había preocupado ni una sola vez de llevarme la llave de aquella puertecita. Aunque ya me había acostumbrado (obviamente) a las vistas de aquella pequeña calita, siempre dejaba la mochila del colegio en el asiento colgante del porche e iba y venía de un extremo a otro de la pequeña playa con los zapatos en la mano, caminando en la orilla y dejando que las minúsculas olas del mar refrescaran mis pies de un modo que ellos lo agradecían. Normalmente, mi madre me llamaba para decirme que ya estaba la mesa puesta y que la comida se enfriaba. Pero esa vez, mi madre tardaba más de lo habitual en llamarme
y decidí prolongar mi pequeño paseo hasta que la vi ,disimuladamente, observándome a través del visillo casi transparente de la ventana del comedor. Eso era raro en ella, parecía cautelosa y triste, así que me puse corriendo mis sandalias y recogí mi mochila abandonada en el sillón, me armé de valor, y entré. Sabía lo que me esperaba; algún profesor había telefoneado a mamá advirtiéndole de mis notas pésimas. Lo que hice fue, antes de traspasar el arco de la puerta del comedor, poner mi mejor cara de culpabilidad y empecé a improvisar en mi mente mi excusa para esa desagradable sorpresa...o chivatazo:

-Mamá – comencé – , ya se que lo he prometido muchas veces y nunca lo he cumplido, pero si me diérais una sola oportunidad más...
-Evelinne, ¿de que hablas?- me interrumpió mi madre- No te voy a regañar, tengo que decirte una cosa...
-¿Qué ocurre?- le insté.
-Cariño, a papá le han ofrecido una vacante en Whitehorse...
Mi padre era periodista y viajaba de aquí para allá por lugares cercanos a California pero nunca le habían mandado tan lejos.
-Hemos decidido mudarnos allí porque va a tener que estar allí siempre, por lo menos unos cuantos años- mi rostro se crispó y ella hizo una mueca- Evelinne, no me gusta verte así...
-Mamá, tengo aquí mi vida entera y no quiero tener que rehacerla de nuevo... Por favor...-la voz se me quebraba y no sabía qué aspecto tenía mi rostro en ese momento, pero lo adiviné al contemplar la cara de mi madre en contestación a la mía.
-Lo siento, mi niña, pero ya lo tenemos todo arreglado. La tía Charlotte nos consiguió una casa preciosa con unas vistas espectaculares-dijo intentando animarme-. Además los billetes de avión son para este sábado...-
-¡¿ESTE SÁBADO?! Mamá, ¿no podemos dejarlo para cuando termine el curso?-sollocé.
-Lo siento, nena, pero no puede ser- dijo mientras se acercaba a abrazarme, pero yo retrocedí, y llena de ansiedad, de angustia y de enfado como estaba, no se me ocurrió otra cosa que llorar aún más, resoplar y subir pitando escaleras arriba con mi mochila hacia mi habitación.

Me acurruqué hecha un ovillo en mi cama. ¿Cómo se le ocurría semejante disparate? En realidad tenía razón, era por el trabajo de papá. Aunque me dolía tener que dejar atrás una vida entera de recuerdos. A Molly, mi hermana pequeña, seguro le encantaba la idea. A sus cinco años
podía adaptarse a lo que fuera. Y a Chris le daría exactamente igual,puesto que ya se había independizado. Tenía veinte años y él estudiaba en la universidad de Alaska... Supongo que lo veríamos más a menudo. En cuanto a Brooke... Brooke. Tenía que telefonearla y contarle lo que pasaba. Ya no vería a mi mejor amiga en mucho tiempo...
-Hola, ¿Brooke?
-Hola, Evelinne – dijo ella alegremente.
-Esto... Me voy a Whitehorse...-Le confesé.
-Vaya, eso es genial. ¿Cuándo volvéis?
-Brooke... Me voy a vivir a Whitehorse...
-¿En serio? Ya no te veré en mucho tiempo...-Al terminar,la voz se le quebró.
-Bueno, quedemos.

Estuve hablando con ella por teléfono largo rato. A las cinco de la tarde mi amiga vino a mi casa y estuvimos hablando de lo duro que iba a ser y todos los momentos que habíamos pasado juntas, y los que nos iban a quedar. Cuando Brooke se fue eran las nueve de la noche. Mi padre vino del trabajo a las nueve y media, me pidió perdón por tan repentina mudanza y después fui yo la que se disculpó con mi madre. Sentía haberme comportado como una niña chica, pero me molestaba mucho nuestra mudanza... ¡Es que nos íbamos a Canadá! Durante la cena, mi hermana no paraba de hablar de lo bien que se lo iba a pasar, los nuevos amigos que iba a hacer, el nuevo colegio...
Aquel día estábamos a miércoles así que no quedaba mucho para irnos a Whitehorse. El viernes me hice a la idea de ello ,me despedí de mis amigos y familiares. Brooke se quedó a dormir y me ayudó a empaquetar todas mis cosas, y como los muebles ya estaban en el camión, todos tuvimos que pasar la noche en sacos de dormir.
Aquel día, Brooke se tuvo que ir muy temprano a su casa. Yo, después de despedirla, me fui a pasear a mi pequeña bahía. Era invierno, así que el suave viento frío me soplaba en la cara ¡Cómo iba a echar de menos mi pequeña cala! Ya era sábado, y en pocas horas estaríamos de camino a nuestra nueva ciudad. Mi madre me llamó pasado un rato. Nos montamos los cuatro en el coche y llegamos a los pocos minutos al aeropuerto de California. Estuvimos dos horas esperando a que nuestro avión estuviera listo. Ya en mi asiento, me quedé frita, puesto que había estado toda la noche hablando con Brooke y me había levantado a las cinco de la mañana... dormí dos horas.

Nuevo estilo del blog

No ha habido muchas visitas a mi perfil y seguro que es por lo aburrida que es mi vida. Así que he decidido empezar de nuevo. A continuación no escribiré más acerca de mi espantosa vida,si no que,cada viernes, publicaré los capítulos del libro en el que estoy trabajando. Solo espero que lo disfruten, espero sus comentarios :)